Por Elizabeth López Corzo
Lo que casi todo el mundo sabía sobre la más reciente película del realizador cubano Gerardo Chijona es que se inspiraba en el libro Sida: Confesiones a un médico, donde el doctor Jorge Pérez del IPK, relataba las historias de los enfermos de sida que él mismo trató.
Quizás el tema -que ha sido poco abordado desde el audiovisual de nuestro país- fue la principal motivación para que el público colmara la sala en este 32 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano; aunque, claro, se trata de un filme cubano y eso siempre atrae a mucha gente.
A mí me había llamado mucho la atención -por la imagen del cartel- que, aunque en el reparto hay grandes actores como Luis Alberto García, Blanca Rosa Blanco, Rafael Lahera o Enrique Molina, los protagónicos recayeran en intérpretes muy jóvenes, que hay que decir que lo hicieron muy bien. Ese es uno de los principales valores del filme pues -excepto la película de Fernando Pérez sobre José Martí, que también tuvo interpretaciones excelentes- no recuerdo otra cinta en los últimos años que se arriesgara tanto con sus personajes.
Todos se lucieron, cada uno fluyó como si realmente se tratara de sus propias vidas, como si ya hubieran estado en esas circunstancias. En especial Miriel Cejas (la Lisanka de Daniel Díaz Torres) fue estelar. No hizo falta que hablara en las primeras escenas y sólo con la mirada podíamos adivinar la vida infeliz que llevaba. En la última secuencia del filme se desdobló: su imagen solitaria en el plano y su vista fija a la cámara -hacia nosotros- mientras lloraba en silencio fueron su “consagración”.
Volviendo a la trama, lo otro que me parecía intrigante era el título, que pensé que se trataba de un juego de palabras: Boleto al paraíso, ¿cuál paraíso?, si me van a hablar de una enfermedad incurable. Apuesto a que casi todos fuimos al cine creyendo que se trataba de una película sobre el sida, que lo es, pero además es una historia sobre la amistad, la familia, la concepción de la vida y la búsqueda de una felicidad que se desvanece.
Boleto al paraíso es una película desgarradora, cuenta una faceta diferente de ese flagelo, al que todos evitan y al que sin embargo estos jóvenes se entregaron por ignorancia, por inmadurez, por rebeldía y, pudiéramos decir, que hasta por amor, en una época tan dura como los años noventa en Cuba, cuando muchos aún no sabían ni qué significaban esas siglas.
La película de Chijona es triste, no podía ser de otra forma, pero es hermosa y creo que es un acierto dentro del panorama del cine cubano contemporáneo.
Cubasí
La Habana, Cuba.
Diciembre 7, 2010