Por Ada Oramas
Boleto al paraíso, largometraje de Cuba, España y Venezuela, dirigido por Gerardo Chijona, es una película excelente, de una crudeza lacerante, a partir de una serie de conflictos que van entretejiendo un tejido que apresa a la protagonista y desembocan en un final trágico ocasionado por la pandemia de este siglo, el sida.
Eunice es una adolescente que comparte el hogar con su padre quien la convierte en una víctima de su acoso sexual, por lo que ella trata de llegar a casa de su hermana que vive en la provincia de Matanzas, quien también escapó de la persecución paterna.
El temor a ser atrapada por el padre, hace que la joven huya también de la casa de la hermana, conoce un a grupo de rockeros e intenta convivir con ellos, pero tampoco se adapta a sus hábitos.
Durante una parte, el largometraje se transforma en una road movie, en el cual ocurren escenas matizadas de un humor entre negro y grotesco, como la protagonizada por Alberto Pujol, un chofer con serios problemas mentales, quien conduce a los muchachos hasta La Habana a partir de un trueque inaudito con las jóvenes.
Tras aventuras ocasionadas por su convivencia con una de las muchachas de la pandilla que le exige ejercer la prostitución como medio de vida, la muchachita se entera que Alejandro está hospitalizado por padecer de sida y, en una escena de alta tragicidad, conmovedora por la dimensión de su sacrificio, hacen el amor en lo alto del sanatorio.
El vuelo poético que adquiere este suicidio a largo plazo, casi shakesperiano, constituye uno de los momentos de mayor impacto dramático del filme, consagratorio para los dos jóvenes actores, Delia Cejas como Eunice y Héctor Medina, como Alejandro.
Aunque se trata de una ficción, resulta inexplicable que esa muchachita no haya contado con la ayuda de nadie para salir de ese abismo, incluso viviendo en un basurero. El papel de la maestra, que intentó ayudarla, en un principio, no posee valor pues aquella mostraba un interés mayor por el padre que por su alumna, lo cual queda reiterado en sus acercamientos al progenitor de la adolescente.
La película, desde el punto de vista dramatúrgico está muy bien lograda, el nivel actoral es de una calidad suprema, al igual que la fotografía y la banda sonora. La atención en el sanatorio, tanto desde el punto de vista médico como humano constituye la contrapartida de esa indefensión de la protagonista, a quien nadie fue capaz de tenderle una mano solidaria, para sacarla del laberinto en el cual nunca encontró la salida.
Tribuna de La Habana
La Habana, Cuba
Diciembre 12, 2010